A la hora de hablar de impro, me es prácticamente imposible separarla de mi otra pasión: el fútbol.
Son incontables las veces en las que la gente me pregunta:
"¿Qué te gusta más: la impro o el fútbol?"
Luego de analizar las respuestas que he dado lo largo del tiempo llegué a la conclusión de que no se trata tanto de “qué es lo que me gusta más”, sino de diferenciar entre hobby y trabajo; entre amateurismo y profesionalismo.
Así como pago para jugar al fútbol, cobro por improvisar.
Jamás cobraría a la gente por verme jugar al fútbol. Y no porque sea malo, después de todo, llevo mucho más tiempo jugando al fútbol que improvisando.
Defensa del amateurismo
La palabra amateur viene del francés “amante”; así que, por definición, una persona amateur es aquella que realiza una determinada actividad por amor (no por dinero).
Y si hay cientos (miles) de personas que se dedican a la impro de forma amateur, hay que celebrarlo. Es maravilloso que tanta gente haga algo que ama. No todo hobby debe transformarse en trabajo. No toda
pasión debe monetizarse.
Y ahí radica la diferencia. Desde el momento en que cobras una entrada para que te vean, tienes que dejar el amateurismo de lado y sumergirte de lleno en la profesión. Y ello conlleva una mínima noción de responsabilidad (artística y comercial).
Cuando juego al fútbol no tengo ninguna obligación más allá de divertirme, de disfrutar de mi amor por el deporte.
Disfruta de tu amor por la impro. Disfruta de ser amateur.
¿Sabes quién fue el Trinche Carlovich?
Algunos dicen que fue el mejor jugador que alguna vez haya pisado un campo de juego. Pero solamente jugó tres partidos en primera división.
La leyenda del Trinche Carlovich, nacido en Rosario, Argentina, en 1946, se agiganta con cada anécdota compartida por aquellos que lo vieron jugar. Le gustaba el fútbol y jugaba como nadie, pero detestaba la presión y estar en el foco. “El fútbol profesional no es para mí”, dicen que decía.
El Trinche era feliz jugando. De hecho, cuentan que tal era su talento que hasta el seleccionador argentino César Luis Menotti lo convocó para jugar un amistoso con Argentina, pero el día del partido, el Trinche prefirió quedarse... pescando.
Fueron varios los equipos gigantes que llamaron a su puerta con millonarios contratos, intentando convencerlo de que dejara su ciudad natal para mudarse a Buenos Aires, Milano, Madrid, París, Nueva York. Pero el Trinche solo pensaba en jugar, pasarlo bien, y divertirse con sus amigos.
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