No basta con saber jugar...
- Feña Ortalli

- 13 nov
- 2 Min. de lectura
Este mes, luego de casi un año, he vuelto a hacer una de las cosas que más me gustan: jugar al fútbol.
Quienes me conocen (o han leído mis libros) saben que la impro y el fútbol son dos de mis pasiones, y que repetidas veces utilizo analogías futboleras para referirme al mundo de la improvisación teatral.
Bueno, esta no es la excepción.
¿Qué fue lo que me pasó en el campo de juego que me hizo descubrir una nueva conexión entre ambas disciplinas?
La carencia de conceptos tácticos de mis compañeros de equipo.
Es que, para ser buen jugador de fútbol, no alcanza con saber jugar. Menos aún si quiere hacerlo de forma profesional.
Saber patear el balón, incluso ser habilidoso, no es suficiente. A esos conocimientos técnicos, ya sean naturales o adquiridos, hay que sumarle elementos teóricos.
Porque la táctica funciona como elemento aglutinante y va más allá de las individualidades. Se trata de que el trabajo en equipo quede compensado, equilibrado y, sobre todo, que refleje una idea común (impuesta o consensuada).
Si el equipo se descompensa -porque Juan Carlos se cree Messi y siente que la táctica no se aplica a él- significa que el resto tendremos que cubrir sus huecos.
Bueno, con la impro pasa lo mismo.
No alcanza con que seas rápido, gracioso, inteligente, creativo (y cualquier otro adjetivo elogioso que puedas pensar con respecto a un improvisador).
También tienes que tener en cuenta otros elementos "tácticos" que van mucho más allá de tu mera presencia en el escenario.
Estamos hablando de conocimientos básicos de historia teatral, corrientes artísticas, recursos escenográficos, visuales, literarios... Mucho más allá de lo estrictamente relacionado a la "impro".
Y también se conecta con la idea del esfuerzo, del "sacrificio"; del tener que hacer cosas que no son las que más nos gustan. Pero que tienen que hacerse. Si tú te crees tan bueno como para no tener que hacerte cargo de actividades menos visibles o recompensadas, alguien va a tener que hacerlas por ti.
Pero claro, volviendo al fútbol, si lo haces de forma amateur o incluso por hobby; bueno, quizás no hace tanta falta. Lo entiendo. No le voy a exigir tanto a mis compañeros de equipo que, un domingo por la mañana, dejan sus vidas cotidianas de lado para sentirse futbolistas por una hora.
Del mismo modo, tampoco voy a exigir esa concientización extra a aquellas personas que semana a semana van a sus clases de impro o que, eventualmente se suben al escenario a improvisar.
Pero, si haces algo de forma profesional. Si cobras una entrada para que la gente te vea (jugar al fútbol, improvisar, tocar la guitarra o recitar poesía)... pues no, no alcanza con saber jugar.




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